Historia de la música 4.º

Introducción a la Historia de la música

El concepto de «Historia de la música»

Cuando nos proponemos estudiar la historia de la música, debemos en primer lugar plantearnos qué queremos decir con ese término. En principio, nuestro objetivo debería ser el estudio de la evolución de la música a lo largo de la historia de la humanidad: una historia universal de la música, al estilo, por ejemplo, de la historia del arte. Pero el primer problema que nos encontramos es acordar una definición universal de «música», ya que el concepto de música varía de una cultura a otra: en algunas, incluye otros elementos como danza, poesía o juegos malabares; en otras ni siquiera existe un término para designar la «música», sino un conjunto de ellos para distintas utilizaciones de la misma. No es posible, pues, hacer una historia universal de la música si ni siquiera sabemos cuál es exactamente el objeto del estudio.

Por otra parte, el estudio —histórico o no— de la música puede enfocarse desde distintos puntos de vista: ¿nos centramos en las obras musicales o en su utilización?; ¿en las personas que las desarrollaron o en el ambiente social que las propició?; ¿qué criterios utilizamos para seleccionar la música que será objeto de estudio? Todas estas cuestiones hacen aún más difícil el estudio histórico de la música.

Música como actividad o como producto

En primer lugar, debemos diferenciar si entendemos la música como una actividad en la que una o más personas participan creando, interpretando o escuchando; o bien como el producto de esa actividad, que es en principio un producto sonoro, aunque exista la posibilidad de plasmarlo por escrito con diversos sistemas de notación musical. El enfoque más habitual suele ser el segundo, estudiando exclusivamente las obras musicales y no la actividad generada en torno a ellas.

Transmisión oral o escrita

La posibilidad de estudiar históricamente la música se basa en la existencia de una transmisión de esta a lo largo del tiempo. En casi todas las culturas y épocas, la música se ha transmitido por escucha y repetición: se observa a los maestros y se les imita, aunque aportando siempre algo nuevo a cada nueva interpretación. En esto consiste lo que se llama transmisión oral; junto a ella, existe también la posibilidad de transmitir —y almacenar— la música con diversos métodos de escritura musical, dando lugar a la transmisión escrita; esta última, aunque existe en numerosas culturas y es casi tan antigua como la propia música, es una característica fundamental de ciertas músicas europeas, y el enfoque habitual del estudio se centra en ella.

La actividad musical se da en todos los grupos sociales y en un gran número de situaciones diferentes. Pero algunas manifestaciones musicales han adquirido mayor prestigio social, bien por su relación con estratos elevados de la sociedad, bien por sus características de formación y profesionalización; son las músicas académicas, conocidas también como «clásicas» o «cultas». Frente a ellas existe una variedad enorme de músicas populares, habitualmente con menos prestigio. La frontera entre ambos grupos es muy difusa, y en muchos casos se puede traspasar con facilidad. El estudio de la música debería abarcar todos los estilos; pero habitualmente se centra solo en los estilos académicos.

Música europea y música no europea

Dado que los estudios de historia de la música se han desarrollado principalmente en Europa —y posteriormente en la América más europeizada— el objeto principal de estudio ha sido siempre la música europea, especialmente la de los últimos siglos. Este enfoque eurocéntrico deja fuera del estudio numerosas manifestaciones musicales, tanto académicas como populares, desarrolladas fuera de Europa, que en algunos casos han influido poderosamente en el desarrollo de la propia música europea. Actualmente sigue siendo habitual centrarse solo en la música europea y en su influencia sobre músicos de otros continentes.

En resumen, cuando estudiamos la Historia de la música nos centramos habitualmente en productos musicales escritos de la tradición académica europea, con lo que el objeto de estudio queda drásticamente recortado. El resto —la actividad musical, la transmisión oral, las músicas populares o las no europeas— son objeto de estudio de la Etnomusicología, que normalmente no aplica el enfoque histórico.

La actividad musical y sus productos

La actividad musical es un proceso complejo que abarca varias fases, que podemos resumir en tres: producción, difusión y consumo. En términos estrictamente musicales, podemos hablar de composición, interpretación y audición. Si deseamos estudiar históricamente el proceso musical, debemos atender por igual las tres fases del proceso. Sin embargo, las historias de la música suelen centrarse solamente en la primera de ellas; no es habitual que se hagan referencias a los intérpretes, a las técnicas de interpretación, a los contextos de audición… Reducimos entonces la historia al estudio de los agentes y los productos de la composición, es decir, los compositores y las obras compuestas; en cuanto a los primeros, tratamos de conocer la mayor cantidad de datos sobre su biografía, su personalidad, sus métodos de trabajo…; en cuanto a las segundas, se nos plantea un problema: la «obra musical» ¿es el producto sonoro?, ¿es su plasmación gráfica, la partitura? Dado que las interpretaciones son diversas, y que ponemos el acento en la figura del compositor, tendemos a pensar que la obra musical es «la idea que el compositor tenía de su obra», e identificamos esa idea con la partitura; reducimos así el estudio de las obras compuestas al estudio de las partituras.

Este enfoque lo apoyamos sobre dos conceptos que se desarrollaron a lo largo del siglo XIX: el canon y el repertorio. El canon es el conjunto de compositores y obras que consideramos dignos de estudio; el repertorio, el conjunto de obras que creemos que vale la pena seguir interpretando y escuchando. Habitualmente creemos que estos conjuntos se han creado a lo largo del tiempo por «selección natural» de acuerdo con criterios de «calidad musical». Sin embargo, tanto el canon como el repertorio son productos culturales, creados en Europa en circunstancias políticas, sociales e ideológicas muy concretas.

Ya el hecho de descartar las músicas no europeas o las populares nos indica los prejuicios etnicistas y clasistas de los creadores del repertorio (los musicólogos, intérpretes, críticos… del siglo XIX principalmente). A estos prejuicios podemos añadir otros: por ejemplo, es casi nula la presencia de mujeres compositoras en el canon; no porque no las hubiera —que las hubo, a pesar de las dificultades para acceder a un trabajo intelectual—, sino simplemente porque en esto, como en otros campos, se las ha silenciado. Del mismo modo se ha silenciado a todos aquellos compositores y compositoras que no se ajustaban a la idea general de «evolución» de la música occidental, bien por ser demasiado conservadores o demasiado avanzados, o por haber diseñado caminos musicales que luego nadie ha seguido. El criterio nacional, o nacionalista, también ha influido en la creación del canon: el hecho de que las más importantes universidades de finales del XIX y principios del XX fueran alemanas, y que la escuela historiográfica alemana haya dominado un período decisivo en la historiografía musical, explica en parte la abundancia de compositores del ámbito germánico en el canon.

En resumen: nuestro concepto de historia de la música es excesivamente reducido: la historia de un puñado de compositores y obras de la música culta occidental escrita, seleccionados por criterios muy diversos.

La periodización en la Historia de la música

Aunque en la historia, y especialmente en la de los hechos culturales, como la música, los cambios se producen muy paulatinamente, sin que haya acontecimientos tan decisivos que justifiquen un cambio de etapa, siempre resulta más cómodo plantear una división en etapas o períodos que faciliten el estudio. Esta división del tiempo en períodos la denominamos periodización.

La Historia, como ciencia de los acontecimientos humanos, existe desde la antigüedad; tradicionalmente se ha considerado a Heródoto, historiador griego del siglo V aC como el «padre de la historia». No obstante, la división habitual de las etapas de la historia tiene su origen en los humanistas europeos del Renacimiento, época en la que también aparecen las primeras historias del arte. La historia de la música es muy posterior: los primeros libros aparecieron a finales del siglo XVIII, y el desarrollo de la historiografía musical es principalmente del siglo XIX.

Esta aparición tardía hace que la Historia de la música adopte habitualmente las periodizaciones de otras disciplinas, principalmente la Historia del arte. No siempre la música cambia al mismo ritmo que otras actividades humanas, por lo que los términos de la historia general o la del arte no sirven en muchos casos para la de la música.

Períodos de la historia general

Se suele situar el comienzo de la historia en el momento de la aparición de la escritura, hace unos 6000 años aproximadamente; el período anterior se denomina Prehistoria. Aunque está constatada la existencia de actividad musical durante la prehistoria, se desconoce qué música se hacía entonces, por lo que suele quedar al margen de la historia de la música.

Los períodos en que se divide la historia son cuatro:

Edad Antigua

(hasta el siglo V d.C.). Aunque la notación musical nació al tiempo que la escritura, la mayor parte de las culturas antiguas no escribieron su música, y las escasas notaciones que existen son prácticamente desconocidas, con la excepción importante de la de la Grecia helenística (a partir del siglo IV aC).

Para la historia de la música occidental, lo más interesante de esta época son las teorías griegas sobre la música, que influyeron de forma importante en la música europea medieval, renacentista y barroca, e incluso después.

Edad Media

(siglos VI-XV). Su comienzo se sitúa en la disgregación de los territorios occidentales del Imperio Romano (naturalmente, esta es una perspectiva eurocéntrica). Las comunicaciones entre esos territorios se reducen, la inestabilidad es grande y los desarrollos culturales tienen que partir a veces desde cero.

Aunque hay muchos datos sobre la música europea occidental en este período, lo más importante se sitúa tras la aparición de la notación musical en el siglo X y sobre todo la notación sobre líneas paralelas a partir del siglo XI.

Edad Moderna

(siglos XVI-XVIII. Varios acontecimientos marcan el comienzo de esta etapa, principalmente la desaparición del imperio bizantino (continuador del romano) y la llegada de Colón a América. Culturalmente, el final de la Edad Media está marcado por el movimiento humanista que dominó el Renacimiento. Los términos «antigua», «media» y «moderna» para designar las tres etapas históricas fueron creación de estos humanistas, que añoraban el esplendor cultural de los antiguos griegos y romanos y despreciaban la época intermedia entre estos y ellos mismos.

La música de esta época es bien conocida, en general, y es entonces cuando se produce el desarrollo del sistema tonal que tendrá su esplendor en el Barroco tardío y el Clasicismo.

Edad Contemporánea

(desde el siglo XIX). Su comienzo se sitúa en la Revolución Francesa (que siguió a la norteamericana y precedió a otras revoluciones europeas). El paso del Antiguo al Nuevo Régimen, consecuencia de estas revoluciones, produjo una configuración social nueva en la que el músico deja de ser criado de la aristocracia para convertirse en artista independiente.

La música de esta etapa (y, en parte, de la anterior) es la más conocida y la que se mantiene actualmente en repertorio.

Períodos de la historia cultural

La historia de los hechos culturales (entre ellos la música) sigue una periodización creada principalmente para la Historia del arte (arquitectura, escultura y pintura sobre todo). Esta periodización, suficientemente conocida, no es del todo válida para la música. Si nos situamos en el comienzo de la música europea escrita (hacia el siglo X) las etapas serían las siguientes:

De estas etapas, las dos primeras se sitúan en la Edad Media, las tres siguientes en la Edad Moderna y las últimas en la Contemporánea; el siglo XX (y lo que llevamos del XXI) no presentan una periodización estable debido a su cercanía en el tiempo, que impide considerarlos con suficiente objetividad.

Pocos de estos términos son válidos en la Historia de la música: en la Edad Media, la música sigue una evolución diferente a las artes plásticas, por lo que no se puede hablar de una «música románica» y una «música gótica»; en su momento se verá la evolución de la música y su posible relación con otras artes.

Los términos «Renacimiento» y «Barroco» sí están arraigados en la Historia de la música, aunque el segundo cada vez está más cuestionado; en cuanto al primero, está bastante claro dónde termina, pero no tanto dónde comienza.

El Neoclasicismo en música se denomina simplemente «Clasicismo», y el positivismo y realismo no existen, salvo derivaciones posteriores como el «verismo» italiano. Es preferible considerar todo el siglo XIX como romántico.

Con todo esto, las etapas de la música europea occidental serían las siguientes:

Edad Media:

desde las primeras muestras de música escrita hasta los inicios del siglo XV.

Renacimiento:

desde 1420, aproximadamente, hasta 1600, con un punto importante de cambio de estilo y técnica en torno a 1500.

Barroco:

sus orígenes deben situarse hacia 1580, aunque el estilo se hace visible a partir de 1600 aproximadamente. Su final, confundido con el nacimiento del clasicismo, se situaría en torno a 1720.

Clasicismo:

desde aproximadamente 1720, con la aparición de los primeros rasgos de estilo clásico, hasta aproximadamente 1820.

Romanticismo:

desde 1820 (aproximadamente) hasta el final del XIX, con varias etapas diferenciadas.

Música contemporánea:

se inicia hacia 1890, con las obras de madurez de Mahler, Debussy y otros, aunque el momento de cambio más importante es hacia 1907 (aparición de la atonalidad). A veces la expresión «música contemporánea» se utiliza solo para la creada con posterioridad a 1945.

Alternativamente, y sobre todo en algunos libros recientes de historia de la música, se divide el período posterior al Renacimiento por siglos (XVII, XVIII, XIX y XX), sin utilizar etiquetas de ningún tipo. Así lo haremos en nuestra asignatura.