El pensamiento musical en el Renacimiento
El renacimiento musical plantea diferencias respecto a sus vertientes literaria o plástica. La idea de «renacimiento» se basa en el intento de recuperar el esplendor de las civilizaciones «antiguas» (griega y romana) en una época «moderna»; este intento tiene lugar en un momento en que la arqueología y la filología están adquiriendo un gran desarrollo y están sacando a la luz —o reinterpretando con nuevos criterios— el legado artístico y literario de aquellas. Los escultores y arquitectos imitan directamente las obras plásticas clásicas; y los dramaturgos y poetas hacen lo mismo con las literarias. Se estudian también los tratados de los antiguos, como la Poética de Aristóteles o Sobre la arquitectura de Vitruvio. También se estudia con nuevos enfoques la filosofía y la ciencia. Todo ello en un intento de entablar contacto directo con las culturas antiguas, pasando por alto todo el período intermedio, al que se alude siempre con desprecio y que queda definitivamente denominado «edad media».
Pero en la música la situación es diferente: la ausencia de fuentes directas de la música antigua impide un verdadero «renacimiento» de esta en la música práctica de la época, que seguirá un camino diferente. Algunos eruditos, como es el caso de Vincenzo Galilei, intentarán descifrar los escasos restos conocidos de notación musical, pero sin éxito.
Sí hay, sin embargo, una importante corriente humanista entre los músicos, que estudian y debaten intensamente las fuentes directas de la teoría musical antigua, dejando a un lado sus reinterpretaciones medievales. Como resultado, se desecharán finalmente las teorías anteriores creando una visión completamente diferente de la música, alejada del matematicismo antiguo y medieval y relacionada más con el lenguaje y la creación artística, en la línea del antropocentrismo renacentista. El Renacimiento musical es, pues, más una cuestión de pensamiento que de práctica.
Las nuevas ideas
La música es un lenguaje
Desde la Antigüedad, y de modo muy intenso durante la Edad Media, la música había formado parte de las disciplinas del número; es decir, se consideraba una parte de las matemáticas, y eran matemáticos los que impartían Música en la mayor parte de las universidades. En el Renacimiento, y especialmente en el siglo XVI, la música se asocia preferentemente con el lenguaje: se trazan paralelismos entre música y gramática, o entre música y retórica, y se afirma con rotundidad que la música es lenguaje.
La razón de este cambio está en el pensamiento humanista: para los antiguos y los medievales, la música estaba ahí, formaba parte del cosmos o de la creación; y los seres humanos la recogían para transmitirla o percibirla. Pero para los humanistas del Renacimiento, la música es creación humana: no existe sin la intervención del compositor y el intérprete, que adquieren ahora un protagonismo inusual.
La música es un arte
Aunque el término arte —en la expresión «arte liberal»— designaba desde antiguo las ciencias y por tanto incluía la música, en el Renacimiento comienza a adquirir el significado actual; la música pasará ahora a ser una de las bellas artes, y se relacionará no solo con la poesía sino también con las artes plásticas.
Además, al tratarse de una creación humana, los creadores de la música —compositores e intérpretes— adquieren la categoría de artistas; y aunque su situación social seguirá siendo de subordinación, serán cada vez más respetados.
La música está hecha para el placer
A diferencia del concepto medieval que planteaba la música como algo «útil», un instrumento para conseguir diversos fines (por ejemplo, la alabanza divina), durante el Renacimiento la música puede escucharse simplemente por el placer que proporciona. Este placer puede ser sensorial (el «placer del oído») o intelectual, similar al que proporcionan la literatura o la filosofía. Y el placer no lo proporciona solo la audición de la música, sino también su interpretación; por lo que se desarrollará de manera importante la práctica musical entre quienes no se dedican profesionalmente a ella, y de modo especial entre los aristócratas.
En conjunto, estas nuevas ideas acaban con algunos de los puntos principales del pensamiento medieval: el utilitarismo de la música, la diferencia entre teoría y práctica, el concepto matemático de la música. Únicamente se mantendrá la teoría del ethos, pero cambiando profundamente su significado: la influencia que ejerce la música no depende ya de su estructura armónica, sino de la intención retórica del músico. Este concepto evolucionará a lo largo del Renacimiento hasta desembocar en la nueva teoría de los afectos propia del Barroco.
Nuevos contextos para la música
El cortesano
El modelo de aristócrata del Renacimiento ya no corresponde con el de la nobleza guerrera y rural de la Edad Media; los nobles de esta época viven ya en las ciudades, tienen una vida social activa y participan en diversas actividades culturales: escriben poesía o teatro, discuten de ciencia y filosofía, mantienen un trato social cuidadosamente regulado; y también componen música, tocan instrumentos, cantan y danzan. Esto se reflejará en el desarrollo importante de la musica profana, en el auge de los instrumentos y de la literatura didáctica musical, y en la aparición de formas musicales destinadas a la interpretación por parte de no profesionales, como es el caso del madrigal.
Las reformas religiosas
Las reformas que se desarrollan a lo largo del Renacimiento, principalmente en el siglo XVI —luteranismo, calvinismo…—, así como la contrarreforma promovida por Roma, darán lugar a nuevas situaciones para la música religiosa: las iglesias reformadas exigen nuevas prácticas musicales —o eliminan las anteriores—; pero también la iglesia católica reformará profundamente su música, suprimiendo buena parte de las prácticas musicales anteriores y regulando con rigor las nuevas.
La imprenta musical
Poco después de la invención de la imprenta se desarrollará su aplicación a la edición de música, sobre todo a partir de las aportaciones de Ottaviano Petrucci en Venecia y de Pierre Attaignant en París. La imprenta permitirá una inusitada difusión de las composiciones musicales, pero también de las nuevas teorías y los manuales didácticos.